La clave es el compromiso ético, elegir el instante y dejarme arrastrar por la casualidad.

Cuando trabajo sé qué debo hacer, cómo comportarme para que el otro pueda surgir en la imagen.
Es semejante a un estado de locura transitoria y de silencio, un pasional, atento y subjetivo dejarle ser mientras recibo su imagen.

Para mí la fotografía es comunicación. Dirigiéndome siempre al individuo independientemente de su posición respecto a los otros.

Mi primera cámara fue una Viking Acromático 48 mm, una de esas que sólo tenía tres posiciones: sol, lluvia o nublado.
Pronto empecé a revelar mis primeras fotos, la cultura visual estaba muy presente en mi familia, ello me motivó a concebir la fotografía como herramienta.

Pensar en el espectador, antes y después, es algo natural en el desarrollo creativo y mi pensamiento en torno a ello ha madurado con el tiempo y el trabajo, transformándole finalmente en un quien abstracto y sencillo, esto es, cualquier otro que se detenga y preste atención a la obra, es ahora para mí el espectador.

Retratar, da igual si son personas, paisajes, objetos o carreteras, genera un intercambio que me ofrece la posibilidad de continuar.